Hace unos días os hice un quiz en mis stories de Instagram sobre algunos de mis secretos. Algunas preguntas recibieron pocos aciertos así que os voy a ir revelando las respuestas correctas y los porqués.
Hoy os desvelo la primera pregunta que hice que era:
No puedo vivir sin
- Chocolate
- Alimentos frescos: verduras y frutas
- Queso vegano
- Café
Parece que me conocéis bastante bien o intuisteis mis gustos pues la mayoría respondisteis que no puedo vivir sin alimentos frescos, verduras y frutas. Así es, mis antojos son de ensaladas, de hortalizas frescas, lechuga, tomate, pimiento rojo… son algunos de mis básicos diarios. No hay día que no consuma alguno de estos alimentos. Ensaladas gigantes cada día. También de frutas jugosas, con alto contenido en agua, como el pomelo, el kiwi, las mandarinas y naranjas, también las manzanas.
Las hortalizas y verduras nos aportan muchísimas vitaminas y minerales, son muy importantes para gozar de una buena salud. Y comer fruta aporta también otras vitaminas y azúcares naturales que hacen que luego no te apetezcan tanto los productos llenos de azúcar y harina refinados, nada recomendables. Incrementar el consumo de estos alimentos es siempre una muy buena idea. Podéis seguir leyendo sobre la importancia de consumir hortalizas y frutas en Mi hijo se ha hecho vegano, concretamente en el capítulo 7 “¿Qué significa una dieta vegana saludable?”.
Puedo vivir sin ellos
Efectivamente puedo vivir sin chocolate, sin queso y sin café. El que menos me llama es sin duda el café. Dejé de tomar café en la adolescencia, aunque seguí tomándolo esporádicamente, hasta quizás hace quince años que lo dejé completamente. Del café ni me acuerdo: tiene que ser una ocasión muy excepcional, como pasar un fin de semana en un hotel y tener allí desayuno (cosa que pasa de uvas a peras), o la sobremesa de Navidad para que piense en tomarme un café. Si me lo tomo, que sea descafeinado, con leche de soja, sin azúcar y muy caliente.
Adicta al queso rehabilitada
Sin embargo, no os negaré que me encanta el queso (vegano) y el chocolate. Podría ser consumidora diaria pero me he trabajado la adicción durante muchos años (jeje). Primero fue el queso, cuando no era vegana. En 2008 dejé de consumir lácteos por motivos de salud, también queso, yogures, todo. Y no volví atrás. En aquel entonces no había quesos veganos, al menos no donde vivía yo (en un pueblo de la costa de Catalunya) pero me consta que en Barcelona tampoco había apenas nada. El boom de los quesos veganos vino mucho después. Así que cuando dejé de consumir lácteos simplemente no los sustituí por nada. Y sí, tuve síndrome de abstinencia. Los quesos en todas su variedades era mi comida diría favorita, así que fue como un duelo pensar que no iba a comer más queso. Formaba parte de mi comida diaria toda mi vida. Pero los beneficios que experimenté al no comerlo fueron tan buenos, y ya había leído bastante sobre las cosas desagradables que los lácteos esconden, que simplemente me mantuve firme y no volví a consumir queso.
Y entonces pasó. Me desenganché, como si de una droga se tratara. Al cabo de un tiempo ni mi cuerpo ni mi mente me lo pedían. No os puedo decir cuánto tiempo fue, no recuerdo, pero quizás un mes o un par de meses. Ya no me apetecía el queso.
Y algo más importante pasó para ratificar que no volvería a consumir lácteos nunca más: en 2012 hice el gran clic, la gran conexión, y me hice vegana por los animales. Descubrir lo que la industria láctea nos esconde fue devastador, pero sirvió para tener clarísimo que no solo no consumiría más lácteos sino que haría lo que estuviera en mi mano para luchar por los derechos de los animales.
Cuando empezaron a aparecer los quesos veganos por supuesto estuve súper interesada. Por un lado no tenía ganas de volver a engancharme a un alimento, ya que había hecho un trabajo de deshabituación tan bien hecho, pero mi curiosidad y mis ganas de probar alimentos veganizados lo podían todo. Y fui descubriendo el mundo de los quesos veganos, que no ha hecho más que crecer exponencialmente y todavía lo sigue haciendo. En la actualidad todavía voy conociendo quesos nuevos. Cuando probé más quesos de golpe fue cuando vivía en Londres y asistí a varias ferias veganas como la VegFest London y Bristol o la Vegan Live Life. En estas ferias siempre hay decenas de paradas que dan a probar sus productos y los quesos veganos no fallan. He probado queso azul, brie, mozzarella, feta, cheddar, fresco, dulce, picante… ¡me dejo muchos! He perdido la cuenta.
También pudimos alucinar un montón cuando abrieron la primera tienda de queso 100% vegana en Brixton, Londres. La Fauxmagerie (juego de palabras entre faux -falso- y fromagerie -quesería en francés-) es una tienda de quesos veganos hecha a la antigua, con mostrador, básculas retro, que te dejan a probar un trocito y luego cortan y pesan las porciones. Esta tienda tuvo tal éxito en pocos meses que tuvieron que buscar un nuevo local más grande.
Y mis últimas incursiones en el queso vegano han sido desde que he vuelto a mi ciudad natal, Barcelona, el verano pasado y he conocido las últimas marcas más increíbles que hay por aquí. Nombraré mis dos mega top recomendaciones, quesos hechos con mucho amor y 100% artesanales: los quesos veganos de Fermento Vegano y los de Väcka. Mirad por vosotras mismas. Mind-blowing.
El chocolate el corazón altera (y no es metafórico)
Me falta contaros mi relación con el chocolate. Me encanta con un rooibos con leche de soja bien caliente, me gusta cremoso, en pastilla, negro, pero también con leche (vegano), blanco, picante, con sal, con almendras, con pasas… de cualquier manera, casi. Pero no me sienta bien. El chocolate es estimulante, como el café y el té, y a mí me altera mucho.
He pasado épocas largas (la más larga de casi tres años) sin tomar nada de chocolate, así que puedo vivir sin chocolate; lo sé. En la actualidad me había soltado un poco y estaba tomando un cuadrito de chocolate negro al día y volví a notar sus efectos: un poco de ansiedad y taquicardia.
Os cuento una historia más antigua. En esa época que os he comentado, esos tres años sin chocolate, un día hice una excepción. Era el cumpleaños de mi pareja y le hice una torre de pancakes con capas de chocolate entremedio y por encima. La crema de chocolate era súper deliciosa y ¡crudivegana! Era básicamente aguacate, dátiles y cacao en polvo todo batido. Buenísima. Comí un trozo de ese “pastel” y… por la noche empecé a notar taquicardia y no pude dormir hasta la 1 o 2h de la madrugada (cuando estaba acostumbrada a irme a dormir a las 22h).
Pues nada, que el chocolate con muchísima moderación lo tomo. Pero no pasa nada porque tengo un sustituto que hace bien sus funciones: la algarroba en polvo. No es estimulante y además tiene muchas propiedades nutricionales (fibra, calcio, hierro, vitaminas B, proteínas y azúcares naturales -así que cuando usas algarroba no necesitas endulzar con nada más pues ya es suficientemente dulce). La algarroba la uso para hacer batidos (por ejemplo plátano congelado con leche vegetal y algarroba, le encanta a nuestro hijo desde bien peque) y cremas de chocolate caseras tipo Nocilla (con crema de cacahuete, leche vegetal y algarroba). También me gusta ponerla simplemente por encima de trocitos de fruta, como plátano congelado o natural, o manzana. Súper bueno y me quita los antojos del chocolate verdadero.
Y hasta aquí por hoy. Relaciones de amor-adicción-rechazo con algunos alimentos. ¿Y vosotras? No podéis vivir sin… ¿Cuál es vuestra relación con estos alimentos? ¡¿Chocolateras, queseras, cafeteras…?! ¿Verde que te quiero verde? Os leo en comentarios.
Recordad que sigue hasta este lunes 27 el sorteo con Beta Editorial de cinco lotes de dos libros veganos, entre ellos el mío y el de Healthy Vegan de Marie Laforêt. Podéis consultar las bases en esta publicación.
Mi hijo se ha hecho vegano es una guía práctica para entender el fenómeno creciente de adolescentes (y personas en general) que se están haciendo veganos por motivos éticos, medioambientales, de salud y demás. Para saber qué comprar, qué cocinar y cómo saber que los requerimientos nutricionales están cubiertos. Y que veganismo no es solo comida: cosmética, ropa y entretenimiento.
También es un libro para todas esas personas que estáis en contacto con personas veganas, seáis hermanas, primas, tías, abuelas, amigos, compañeros de trabajo,profesionales ámbito escolar…
Y para todas las personas en vuestra transición al veganismo (o que queréis reducir considerablemente vuestro consumo de productos animales), las familias con hijos, los ecologistas, los que queréis un futuro para los pequeños de ahora.